Hoy, lunes 14 de marzo de 2011, hemos conocido una triste noticia. A las 6 de la mañana nos dejaba Doña Gloria Rodríguez Pérez, Villera de Honor. El mundo cofrade de la Villa de La Orotava, pierde a uno de sus mejores baluartes, que trabajó por y para su pueblo, con innumerables obras textiles que enriquecen sobremanera el patrimonio religioso y cultural de nuestro pueblo.
El pasado 11 de diciembre, en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, y con una nutrida presencia de las hermandades y cofradías, recibía de manos del Ilustrísimo Señor Alcalde, Don Isaac Valencia Domínguez, el título de Villera de Honor, en atención a su labor y dedicación durante toda una vida, en favor de la Semana Santa y demás festividades litúrgicas.
Fue Esclava Mayor Honoria de la Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo a la Columna, distinción que recibió en el año 2008, con motivo del 250º Aniversario de la Esclavitud. Su nombre permanecerá para siempre vinculado a la historia de la Cofradía de Damas de la Virgen de Gloria, por ser una de las hermanas fundadoras de esta corporación del Jueves Santo, a mediados del siglo XX.
Durante toda una vida ha estado dedicada a la Cofradía de Ntra. Sra. del Carmen, trabajando como camarera y costurera. De sus manos salió, entre otros muchos trabajos, el traje con el que la Santísima Virgen se coronara el 17 de julio de 1988, siendo, a su vez, madrina de dicha coronación, junto con el Sr. Alcalde. Todas las imágenes de candelero que procesionan desde la Parroquia de San Juan Bautista, fueron vestidas por ella, elaborando también sus ajuares renovados. Y lo mismo en la parroquia de Santo Domingo, donde vistió durante décadas las imágenes que conforman el cortejo de la procesión del Encuentro.
El terciopelo, el galón, la enagua, el brocado, el damasco... Ningún tejido se le resistía a Doña Gloria. Para ella, la costura no tenía secretos, como tampoco lo tenía el primor de los cabellos de una María Magdalena de melena interminable, o el recogido de un manto, o el encaje de una toca, o el enmarañado nudo de un cíngulo. Siempre con tesón, con espíritu entusiasta, con esfuerzos renovados, trabajó y engrandeció los enseres de cada parroquia, de cada cofradía.
De su memoria, el que escribe, se lleva gratos y muy entrañables recuerdos. Saber de su boca cómo fue la Semana Santa de antaño, nos ha hecho a todos valorar y disfrutar aún más de lo que tenemos en el presente. Su larga vida le permitió conocer varias generaciones de cofrades, villeros comprometidos como ella en prestigiar y realzar las tradiciones de nuestro pueblo. Nos enseñó a vivir mucho más intensamente estas manifestaciones de fe, sin dejar nunca de lado la perspectiva de la verdadera dimensión espiritual y sagrada que tienen nuestras procesiones. Nunca olvidaré, cómo interrumpía su labor la mañana de cada Domingo de Pasión, cuando al dar las 12 del mediodía, se sentaba en la puerta del camerino de San Juan para escuchar la santa Misa. O cómo, con el dedal en mano, mientras encadenaba alfileres con anécdotas, nos deleitaba a todos con sus recuerdos sabios y añejos, siempre con una sonrisa. Momentos que jamás podremos olvidar y que conforman su mejor legado, el mejor tesoro, ese que sólo se guarda en el corazón.
En su vocabulario el “no” nunca existió, sino todo lo contrario. Su disponibilidad ha sido siempre su mejor virtud, y la palabra que mejor ha definido su labor. Sólo Dios ha querido apartarla ya de los camerinos y de las sacristías de los templos, para llevarla con Él al camerino del Cielo. Hoy mira de frente a su Carmen. Hoy, por fin, disfruta ya del rostro del Señor.
Descanse en paz, Doña Gloria Rodríguez Pérez, Villera de Honor.
I. G. S.
El pasado 11 de diciembre, en el Salón de Plenos del Ayuntamiento, y con una nutrida presencia de las hermandades y cofradías, recibía de manos del Ilustrísimo Señor Alcalde, Don Isaac Valencia Domínguez, el título de Villera de Honor, en atención a su labor y dedicación durante toda una vida, en favor de la Semana Santa y demás festividades litúrgicas.
Fue Esclava Mayor Honoria de la Venerable Esclavitud del Santísimo Cristo a la Columna, distinción que recibió en el año 2008, con motivo del 250º Aniversario de la Esclavitud. Su nombre permanecerá para siempre vinculado a la historia de la Cofradía de Damas de la Virgen de Gloria, por ser una de las hermanas fundadoras de esta corporación del Jueves Santo, a mediados del siglo XX.
Durante toda una vida ha estado dedicada a la Cofradía de Ntra. Sra. del Carmen, trabajando como camarera y costurera. De sus manos salió, entre otros muchos trabajos, el traje con el que la Santísima Virgen se coronara el 17 de julio de 1988, siendo, a su vez, madrina de dicha coronación, junto con el Sr. Alcalde. Todas las imágenes de candelero que procesionan desde la Parroquia de San Juan Bautista, fueron vestidas por ella, elaborando también sus ajuares renovados. Y lo mismo en la parroquia de Santo Domingo, donde vistió durante décadas las imágenes que conforman el cortejo de la procesión del Encuentro.
El terciopelo, el galón, la enagua, el brocado, el damasco... Ningún tejido se le resistía a Doña Gloria. Para ella, la costura no tenía secretos, como tampoco lo tenía el primor de los cabellos de una María Magdalena de melena interminable, o el recogido de un manto, o el encaje de una toca, o el enmarañado nudo de un cíngulo. Siempre con tesón, con espíritu entusiasta, con esfuerzos renovados, trabajó y engrandeció los enseres de cada parroquia, de cada cofradía.
De su memoria, el que escribe, se lleva gratos y muy entrañables recuerdos. Saber de su boca cómo fue la Semana Santa de antaño, nos ha hecho a todos valorar y disfrutar aún más de lo que tenemos en el presente. Su larga vida le permitió conocer varias generaciones de cofrades, villeros comprometidos como ella en prestigiar y realzar las tradiciones de nuestro pueblo. Nos enseñó a vivir mucho más intensamente estas manifestaciones de fe, sin dejar nunca de lado la perspectiva de la verdadera dimensión espiritual y sagrada que tienen nuestras procesiones. Nunca olvidaré, cómo interrumpía su labor la mañana de cada Domingo de Pasión, cuando al dar las 12 del mediodía, se sentaba en la puerta del camerino de San Juan para escuchar la santa Misa. O cómo, con el dedal en mano, mientras encadenaba alfileres con anécdotas, nos deleitaba a todos con sus recuerdos sabios y añejos, siempre con una sonrisa. Momentos que jamás podremos olvidar y que conforman su mejor legado, el mejor tesoro, ese que sólo se guarda en el corazón.
En su vocabulario el “no” nunca existió, sino todo lo contrario. Su disponibilidad ha sido siempre su mejor virtud, y la palabra que mejor ha definido su labor. Sólo Dios ha querido apartarla ya de los camerinos y de las sacristías de los templos, para llevarla con Él al camerino del Cielo. Hoy mira de frente a su Carmen. Hoy, por fin, disfruta ya del rostro del Señor.
Descanse en paz, Doña Gloria Rodríguez Pérez, Villera de Honor.
I. G. S.