martes, 12 de julio de 2011


Anoche desperté pensando en Ella,
soñando junto a mí su lozanía...
La noche le dejaba paso al día,
con luces arrancadas a una estrella...

Yo sentí en el aire esa centella
que quema, sin quemar, el alma mía.
Al pronunciar el nombre de María...
¡cómo ardían mis labios con su huella!

Al hilo de mi voz, creció la aurora,
llenando con su azul el firmamento,
detenida al compás de aquella hora.

Y en Ella se clavó mi pensamiento,
en Ella, que es mi Reina y mi Señora...
¡Qué dulce eternidad aquel momento!

Santa Teresa de Jesús