¡Oh!, Si me fuese dable el entrar ahora en la Ciudad de Roma; en aquella gran Capital del Universo; subir á su elevado Capitolio y abrir aquel libro eterno de Oro donde se inmortalizan todas las naciones!
Un caluroso mes de agosto, hace ya 157 años, perdía la sociedad canaria y especialmente la sociedad villera, a un ilustre entre los ilustres, a un villero entre los villeros, a un escultor entre escultores...
El 14 de agosto de 1854 partía hacia la Casa del Padre, Fernando Estévez de Salas, insigne escultor y Catedrático de Dibujo en la Real Academia de Bellas Artes de Canarias. Mentor del Progreso del Arte, recibió merecidos elogios del naturista francés Sabino Berthelot, pero en especial, de su alumnos, que lo recordaron como“distinguido escultor, sobresaliente dibujante y pintor”.
Muchos calificativos que ha recibido durante décadas ese hombre sencillo que supo imprimir en la madera algo más que un canon, que el gusto de la época. Fernando Estévez supo imprimir una espiritualidad difícilmente lograda, por medio de la belleza, de la serenidad, del reposo, tanto es así que sus imágenes se siguen venerando hoy día con gran devoción. Supo independizarse de su maestro, Luján, y marcar una estela propia, un estilo inigualable, supo ser único, dando lo mejor de sí en cada obra.
Como nos comenta Fuentes Pérez, Estévez no aparece en la Historia como un escultor más, un imaginero aferrado a la gubia para cumplir con sus diversos encargos. Se revela como un artista independiente, intelectual, capaz de relacionarse con lo más sobresaliente del clero y de los próceres de La Orotava.
La Villa que lo vio nacer no puede olvidar a uno de sus miembros más ilustres, por ello ahí va nuestro pequeño homenaje a este insigne escultor, que deslizando la gubia por las nobles maderas supo darles vida para la posteridad, supo legarlas a la eternidad de los corazones, que por los ojos de la fe, hoy pasea su legado por nuestras calles, anónimo para parte del pueblo, pero no para ese Dios a quien sirvió durante toda su vida.
Estévez, no pudistes subir a lo alto del Capitolio romano, pero subistes a lo alto de nuestro corazón, para tallar allí con tu gubia todo el amor hacia el Arte y, en especial, hacia Dios.
Dale Señor el descanso eterno y que brille para Él la luz eterna.
Descanse en paz. Amén.
El Equipo de Orotava Cofrade