¡Oh!, Si me fuese
dable el entrar ahora en la Ciudad de Roma; en aquella gran Capital del
Universo; subir á su elevado Capitolio y abrir aquel libro eterno de
Oro donde se inmortalizan todas las naciones!
Un caluroso mes
de agosto, hace ya 158 años, perdía la sociedad canaria y especialmente
la sociedad villera, a un ilustre entre los ilustres, a un villero
entre los villeros, a un escultor entre escultores...
El
14 de agosto de 1854 partía hacia la Casa del Padre, Fernando Estévez
de Salas, insigne escultor y Catedrático de Dibujo en la Academia
de Bellas Artes de Canarias. Mentor del Progreso del Arte, recibió
merecidos elogios del naturista francés Sabino Berthelot, pero en
especial, de la memoria de la Academia, que lo recordó como“distinguido escultor, sobresaliente dibujante y pintor”.
Muchos
calificativos que ha recibido durante décadas ese hombre sencillo que
supo imprimir en la madera algo más que un canon, que el gusto de la
época. Fernando Estévez supo imprimir una espiritualidad difícilmente
lograda por medio de la belleza, de la serenidad, del reposo, tanto es
así que sus imágenes se siguen venerando hoy día con gran devoción. Supo
independizarse de su maestro, Luján, y marcar una estela propia, un
estilo inigualable. Supo ser único, dando lo mejor de sí en cada obra.
Como
nos comenta Fuentes Pérez, Estévez no aparece en la Historia como un
escultor más, un imaginero aferrado a la gubia para cumplir con sus
diversos encargos. Se revela como un artista independiente, intelectual,
capaz de relacionarse con lo más sobresaliente del clero y de los
próceres de La Orotava.
La Villa que lo vio nacer no puede olvidar a uno de sus miembros más ilustres, por
ello ahí va nuestro pequeño homenaje a este insigne escultor, que
deslizando la gubia por las nobles maderas supo darles vida para la
posteridad, supo legarlas a la eternidad de los corazones, que por los
ojos de la fe, hoy pasea su legado por nuestras calles, anónimo para
parte del pueblo, pero no para ese Dios a quien sirvió durante toda su vida.
Estévez,
no pudistes subir a lo alto del Capitolio romano, pero subistes a lo
alto de nuestro corazón, para tallar allí con tu gubia todo el amor
hacia el Arte y, en especial, hacia Dios.
Dale Señor el descanso eterno y que brille para Él la luz eterna.
Descanse en paz. Amén.
El Equipo de Orotava Cofrade