«Yo vengo de ver, Antón,
un niño en pobrezas tales,
que le di para pañales
las telas del corazón.»
un niño en pobrezas tales,
que le di para pañales
las telas del corazón.»
Félix Lope de Vega.
“Venida”,
“advenimiento”, “cercanía”… ¡tantísimos sinónimos podríamos darle al Adviento!
Quizá, uno de los más bellos sea el de “espera”; porque realmente, adviento es
espera de Dios que viene, esperanza en él y en su llegada. “¡Un hijo nos ha
nacido, un niño se nos ha dado!” comenta Isaías emocionado a la espera del
Salvador que vino, viene y vendrá. Espera y esperanza es el Adviento.
Queridos hermanos de
Orotava Cofrade, ¿qué es esperar a Cristo? No es tanto esperar en él como
esperar de él, que es lo que solemos hacer. Una fe mal entendida nos lleva a
esperar que Cristo nos dé todo: que se acabe la crisis, que no haya desahucios,
que España se arregle… Hacemos de Cristo un mago encantador al que exigimos que
con su varita mágica nos arregle la vida, nos lo conceda todo. Y cuando vemos
que no es así, que Cristo no nos libra de nuestros problemas, que todo sigue igual,
ahí llega la desesperanza mayor, el trauma terrible, la debilidad en la fe.
Este adviento vamos a
proponernos esperar en Cristo y a Cristo, no de Cristo. Un himno de la Liturgia
de las Horas dice “¿cómo mostrarte,
Señor, mis manos vacías cuando las tuyas están llenas de heridas?”. Y es
cierto: exigimos a Dios que nos libere de nuestras dificultades y Dios, en
lugar de hacerlo, nos presenta a su Hijo, nacido de las purísimas entrañas de
María, al rigor del hielo y el frío, en un triste pesebre, en la más absoluta
de las miserias.
¿Habrá crisis mayor que
ésa? Hermanos, esperar en Cristo no es exigirle a Él que me solucione la vida;
eso es egoísmo, y Cristo nunca supo de egoísmo. Esperar en Cristo es saber que
en las mayores dificultades Él será nuestra fortaleza; esperar en Cristo no es
pedirle que nos libere de nuestras cruces, es tener la certeza de que él estará
cargando nuestro madero cuando nos sintamos exhaustos; esperar en Cristo no es
pedir que el mundo se solucione, es trabajar por mejorarlo; esperar en Cristo
es mirar a María y decir como ella “aquí está la Esclava del Señor”.
“Sólo te pido, Señor,
no pedirte nada” dice el himno de la Liturgia al que antes hacía referencia.
Esperemos en Cristo así, sin pedirle nada. Dejémoslo nacer en nosotros y
veremos así brotar flores de las espinas. Él viene a darlo todo sin pedir nada;
viene pidiendo posada en la puerta de nuestra vida, ¿y le abriremos?
E. D. G.