El 17 de Marzo de 1722 abrió por
primera vez los ojos al mundo, Patricio José García. Hijo de Juan
García del Valle y Antonia Ramos, este villero se encuentra
engrosando la lista de maestros que ha dado Canarias a la Historia de
Nuestro Arte.
Aparejador, maestro de cantería,
alarife o maestro de obras, tal como lo anuncian diferentes
documentos de su tiempo, destacó como uno más de entre los mejores
maestros del Archipiélago; lo que le llevó a participar no sólo en
proyectos en la isla de Tenerife, sino también en Gran Canaria.
Precisa afiliarlo, de manera general, al gusto barroco, lo que se
aprecia principalmente en sus brillantes ornatos.
El prestigio con el que gozó, o por
lo menos su buen hacer, queda patente en los proyectos que asumió.
Probablemente destaca por encima del resto, en cuanto a fama, la
Iglesia Parroquial de la Concepción de La Orotava.
La fábrica del actual templo se
inicia en 1768. lo controvertido de su autoría se resuelve
entendiendo la participación de distintos maestros en momentos
diferentes del proyecto. Frente a unos planos previos del ingeniero
militar Francisco Gozar, en la fecha de inicio de las obras, Patricio
García planificaba y dirigía la construcción. El maestro se
mantiene al frente de las mismas hasta 1778. A su mano responde la
singular fachada (donde demuestra también su pericia como cantero)
que evidencia su formación barroca, así como la disposición
interna.
Es el arquitecto Diego Nicolás
Eduardo, prebendado de la Catedral de Santa Ana, el que reclama a
Patricio García como colaborador para proyectos en Gran Canaria;
pues sentía gran admiración por la capacidad profesional que
demostraba el maestro villero. En un expediente catedralicio se
hace constar como méritos que el maestro de obras tenía en su haber
la construcción de dos templos en La Orotava e importantes reparos
en la Iglesia de La Concepción de La Laguna.1
En
Gran Canaria, participa primero en la construcción de la Iglesia de
Santiago de los Caballeros, en Gáldar. Lo aquí ejecutado
(cimentación, labrado y asentado de las arquerías de la Epístola y
el Evangelio) demuestran su valía y los motivos que llevaron a Diego
Nicolás Eduardo a tomarlo como colaborador.
Por
ello, no dudó Eduardo en contar con él en las edificaciones de la
postrera etapa de la Catedral de Santa Ana, siendo éstas sus últimas
actividades. Pone fin a su participación en el proyecto en Octubre
de 1782, sintiendo la cercanía de la muerte.
Ésta
le sobrevino el 21 de Noviembre de 1782, en su tierra natal.
I. F. B.
1 Rumeu
de Armas. Anuario de Estudios Atlánticos.
VOL.1, Nº 43. 1997